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15 de Abril de 1919
4.30 pm

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Daniel Hernández con el Presidente Pardo recorriendo las instalaciones de la nueva Escuela.

Discurso de Daniel Hernández en la fundación de la Escuela de Bellas Artes  (Fragmento)

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Daniel Hernández en su discurso de inaguración de la Escuela.

 

 

Señor presidente, Señores ministros, Señoras y caballeros:

 

Principio por dar las más expresivas gracias a la brillante asamblea que ha acudido a esta ceremonia que aunque sobria en su aspecto es de la más alta significación y marca una fecha honrosa de nuestra patria.

 

La fundación de una escuela de bellas artes es incontestablemente un hecho de importancia capital dado el grado de cultura a que ha llegado el Perú  el cual se debe a si mismo, a su dignidad de nación  cuya intelectualidad esta al nivel de las otras naciones no quedar mas tiempo en retardo en una de las mas elocuentes manifestaciones de progreso. En el noble cortejo que acompaña cada pueblo des filando delante de la historia, las bellas artes al lado de la ciencia y de la industria  tienen su puesto señalado. Todos sabemos que no son un lujo superfluo, son una verdadera necesidad para los pueblos cultos; es imposible prescindir de ellas se manifiestan de todas maneras, brotan espontáneamente en todas las clases de la sociedad como florcilla silvestre que crece indistintamente al pie de la cabaña como en el parque del palacio. Es precisamente para centralizar y dirigir el esfuerzo individual para obtener el más brillante resultado de todas las iniciativas aisladas y fomentar su desarrollo que se fundan las escuelas.

 

La iniciativa de la que se inaugura hoy la debemos al esclarecido jefe del estado que rige los destinos de la patria, la cual debe estarle profundamente reconocida por esta creación que honra altamente al país.

 

Todas las naturales dotes artísticas de la juventud peruana hoy dispersa sin orientación o con orientación indebida. Todas las actividades latentes que anhelan surgir y producirse y que faltas de elementos susceptibles de fecundar en ellas el germen luminoso del arte aniquilan o cuando mas llegan a vegetar pero cuajadas de defectos y desprovistas de ideal, encontraran al fin el deseado apoyo y guía que los llevara con paso seguro hacia las finalidades mas o menos elevadas según las aspiraciones y facultades de cada uno. Esta será la obra de la escuela.

 

La necesidad de esta institución se hacia urgentemente sentir. Por penoso que sea decirlo hay que confesar que desde la época incaica no hemos tenido arte nacional, aunque podemos estar orgullosos de los estupendos altares de madera tallada y sillería de coro que se admiran en varias ciudades de la república. Aunque hemos tenido dos artistas pintores notables que florecieron a mediados del siglo pasado, merino Lazo y Montero en época posterior. Sin embargo esto no basta, el esfuerzo individual no pude poner en acción la fuerza del temperamento artístico del país. Por eso animado del noble propósito de fomentar el arte con el apoyo oficial, el presente gobierno ha iniciado la obra que nos reúne aquí.

 

Ahora bien, esta escuela, la ultima que se ha creado debe necesariamente aprovechar la experiencia adquirida en la enseñanza desde las precedentes fundadas en otros países las cuales padecían a veces del defecto de ser muy rigurosas con tendencia a ahogar toda iniciativa y personalidad un poco insubordinada en el discípulo, de pretender amoldar a todos en el mismo molde y obtener hasta cierto punto el mismo canon en las obras, no estimulando las concepciones diferentes proclamadas por ellas…

 

...La escuela que se funda hoy no será intransigente, bien entendido será abierta a todas las tendencias a condición que sean sanas   y  sinceras. Los alumnos vendrán a aprender. A leer el  libro de la naturaleza, serán iniciados en los medios de captar esta única fuente en la cual en la cual debe inspirarse el artista, sirviéndose de ella como base para interpretarla según sus facultades y su sensibilidad personal; alejándose de ella si su imaginación se lo permite, pero sin perderla de vista.

 

Sabido es que no se trata en arte de una copia servil de lo que nos rodea; muy al contrario. El sublime ideal del artista verdaderamente digno de sus nombre es el anhelo constante de hacer vibrar el alma  a través de la forma, de exteriorizarla por medio de la misteriosa ficción del color, de dar vida a la tela, al mármol, al bronce, de transmitir al espectador de hoy, como al espectador de los siglos venideros, la emoción que el ha sentido ante el espectáculo sublime de la naturaleza, despertar nobles pasiones, amor, patriotismo, heroísmo, aplicarse a reproducir la encantadora armonía de color, nácar viviente o ámbar palpitante del cuerpo  humano, obra maestra de la creación ; de hacer sentir la poesía de la floresta, de la montaña, del mar, del lago, pero los esfuerzos y la abnegación de los profesores no son suficientes para ser toda la obra. Es necesaria la constante aplicación de los discípulos. El deseo ardiente de sobrepasarse los unos a los otros, en una noble emulación que aliente el espíritu sediento de progreso.

 

Es con este elevado ideal que debemos emprender la patriótica tarea. Miremos alto  para llegar a la cumbre.

 

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Daniel Hernández en presencia de los Ministros de Estado de la época.

Escuela Nacional de Bellas Artes: Alma Mater de la Cultura Peruana